martes, 2 de abril de 2013

Comentario hecho por Diego Gómez antropólogo e investigador sobre las lenguas indígenas de América

Comentario hecho por Diego Gómez antropólogo e investigador sobre las lenguas indígenas de América al profesor Jorge Gamboa referente al articulo acerca de la lengua protoindoeuropea:
Hola Jorge:

Puedo entrever cómo llegó a este documento: buscando el famoso “paradigma paleoíndio”, pues este documento aparece entre las primeros resultados de google.

Pues bien, para empezar con el artículo, hay que recordar que todas las comunidades humanas en algún momento fueron cazadoras- recolectoras. La sedentarización y la agricultura, aparecieron entre 12.000 y 8.000 años antes del presente (según el lugar que se estudie), pero las lenguas habladas por estas “nuevas” comunidades sedentarias derivaban inevitablemente de las lenguas usadas por los cazadores-recolectores, así que es lógico pensar que muchas de sus características (por no decir la mayoría), se mantuvieron a pesar de su etapa sedentaria. Esto para contrarrestar un poco lo que el autor afirma:

…Al respecto no podemos por menos que indicar la obviedad de que, mientras que una distinción entre masculino y femenino, entre macho y fémina, respondería a típicas necesidades de adaptación a su entorno para pastores y agricultores, una distinción entre animados e inanimados, entre animancia e inanimancia, resulta ser un típico producto de la mentalidad de cazadores tal como los conocemos históricamente, ya que de modo general el animismo es una de sus características más prominentes.

De hecho, la cultura sumeria,  de la que se dice fue la primera en desarrollar la agricultura y quizá también la primera en volverse sedentaria, distinguía el género entre animado e inanimado, distinción que el autor asegura es propia de culturas cazadoras-recolectoras .

Por otro lado, no se puede hablar de un tronco Amerindio, las teorías sobre un único tronco lingüístico en América tienen muchos vacíos y no son muy aceptados entre los  lingüistas americanos.

En todo el artículo noto una apología de las tesis del determinismo geográfico y habría que hacerle la pregunta al autor de porqué la distinción de género entre masculino y  femenino (y neutro si se quiere) es una característica de culturas agricultoras y ganaderas, ha persistido aún cuando esta distinción pareciera no ser necesaria en nuestra cultura desde hace mucho tiempo.
Sin embargo, el artículo trae muchos datos interesantes como la relación existente entre el término madre y el término de la hija de la hermana del padre, así como preguntas sobre la espacialidad de la que comparto muchos de sus postulados.
El autor parece también entender la transición de cazadores-recolectores a agricultores-ganaderos como una transición que supera a la anterior, olvidando que en este último estadio las actividades de caza y recolección no eran olvidadas, sino que también se seguían practicando:

Los ríos son de capital importancia para los cazadores por muchas y con frecuencia obvias razones–ventajas, tales cuales la facilidad que ofrecen para encontrar buenos y seguros lugares de abrigo, la facilidad para obtener agua potable o para cazar animales que acuden al río a beber o a morir…

Esto un poco para relacionarlo con lo que supongo que ocurría con los ríos en el área muisca y sus cuencas, para evidenciar que los ríos no sólo son importantes para las comunidades de cazadores-recolectores, sino que también y en mayor medida, en comunidades agrícolas y ganaderas.

Otra cosa a analizar con cuidado, es el fenómeno de que aquellas palabras más usadas en la lengua tienden a cambiar más rápidamente, lo que en un corto tiempo  (hablo del tiempo lingüísitico) daría como resultado cambios extremos en palabras típicamente comunes en un grupo de lenguas emparentadas genéticamente. Esta tesis es contraria a la del autor, que supone que estos cambios debieron darse linealmente y en etapas extremadamente lejanas en el tiempo, como en el caso del IE en el periodo neolítico. Sin embargo, el autor señala también que un importante punto a tener en cuenta en el cambio drástico del léxico se deba al tabú de pronunciar ciertas palabras, hace una muy buena explicación de ello y da ejemplos, y aunque es creíble, debido a la distancia en el tiempo es difícil de probar como el mismo afirma. Un ejemplo conocido para nosotros de este asunto podría ser el número ocho en muisca  ‘suhuza’, mientras que en el resto de las lenguas chibchas la protoglosa pareciera ser *abi:  abeba (ika), abikua (kogui), abi (uwa central), api (tunebo chaparral), no obstante, este fenómeno puede ser explicado por una antigua lengua de sustrato muisca. Sin embargo,  ninguna de las dos hipótesis puede ser probada fácilmente.
Por otro lado, la paleontología lingüística señala que los cognados de las lenguas del grupo indoeuropeo comparten ciertas raíces comunes para términos de agricultura, por ejemplo:

 *bhar-es- ‘cebada’: farina en la.;
*ghérsdho- ‘cebada’:  hordeum en la., gerste en alemán;
*yugóm ‘yugo’: yugam en sánscrito, jugum/jugere en la., yoke en inglés, entre otros.

Así también hay raíces comunes en términos de trasporte, como:

*kwekwlo ‘rueda/carro’:  circus/circa en la., cakram en sanscrito, kýklos->cycle en griego; *hxérkwo- ‘arco’: arkas en sánscrito, arcus en la., arrow en inglés;
*tark- ‘eje’: tarkus en sánscrito, torquere en la.

Y estas raíces más bien sugieren que los indoerupeos conocían muy bien la agricultura e inclusive el carro y la rueda, por lo cual me atrevo a contravenir la tesis del autor de que esta comunidad y su lengua sean ubicadas en el neolítico, sino como comúnmente se ha dicho en la edad de bronce.

Ojalá esta opinión le sea útil.

Saludos y perdone de nuevo la tardanza en mi respuesta,

Diego

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